Paul McCartney emocionó al público argentino(Foto: Claudio Fanchi | Télam)
Apenas pasadas las 21, y tras un breve show acústico del ex vocalista de los "Piojos", Andrés Ciro, Sir Paul McCartney subió al escenario e interpretó junto a su banda el tema que abriría una larga y emocionante velada: "Venus and Mars".

"Hola Argentina, hola porteños", exclamó el ex Beatle tras mojar uno de sus dedos en su lengua y luego simular "quemarse" con el ardiente público; así, durante las casi tres horas que duró el espectáculo, el cantante bromeó y habló varias veces en español.

Con un setlist de treinta y siete canciones -incluidas dos tandas de bises-, McCartney navegó por más de una veintena de hits del cuarteto de Liverpool. Clásicos como "All My Loving", "The Long and Winding Road", "Blackbird" y "I'm Looking Through You" no faltaron.

Dueño de una increíble voz, intacta a sus 68 años, el artista bailó y saltó junto a su impecable banda formada por Rusty Anderson (guitarra, coros), Brian Ray (guitarra, bajo, coros), Paul "Wix" Wickens (teclados, guitarra, armónica, coros) y quien se robaría las miradas y los aplausos del público en más de una ocasión, Abe Laboriel Jr. (batería, coros).

Alguno de los momentos más emotivos fueron el homenaje a George Harrison con "Something" (y las fotografías inéditas que se mostraron en una enorme pantalla); la canción dedicada a John Lennon, "Here Today" ("escrita como una conversación que nunca tuvimos"); y, más que nada, la interminable "Hey Jude", que dejó coreando a la audiencia cuando Sir Paul abandonó el escenario por primera vez.

Sin duda, la seguidilla de "Ob-La-Di, Ob-La-Da", "Back in the U.S.S.R.", "I've Got a Feeling", "Paperback Writer" y "A Day in the Life/Give Peace a Chance" reflejó el espíritu del show en su totalidad: una dulce nostalgia colmada de delirio y éxtasis.

A veinte minutos de la medianoche, el supremo final -que llegó de la mano de "Helter Skelter", "Sgt. Pepper's Loley Hearts Club Band" y "The End"- incluyó fuegos artificiales, papeles volando por el aire y, sobretodo, un notablemente emocionado Paul.